Hay
muchas historias de niños con enfermedades terminales. Una de ellas es la de
Dakota. No la conozco personalmente, pero he visto muchas fotos suyas, su sonrisa infantil,
su gran parecido a su madre conforme creció, su mirada casi adolescente. He
leído mucho sobre lo que ha hecho y conseguido su familia. Y he intercambiado
numerosos mensajes con su padre, Kenneth Bihn, fundador y presidente de la
“Fundación Cure Tay-Sachs”.
Una semana después del diagnóstico de Isabel, aún no había reunido valor suficiente para buscar información sobre Tay-Sachs en la web. Era lunes por la mañana, iba en "colectivo" al trabajo después de una semana de ausencia, cuando me llamó mi amigo Hernán y me dijo: “he encontrado varias páginas interesantes, entra en The Cure Tay-Sachs Foundation”. Y ese fue mi primer contacto. Lo primero que leí no fue información sobre posibles terapias. Me llamó la atención un texto que aparecía al final de la página titulado “One in a million – Uno en un millón”. En alguno de nuestros correos Ken me confesó que lo escribió casi sin tener que pararse a pensar, de golpe, desde el corazón. Lo que más me impactó del texto no fueron los algoritmos que explica sobre las posibilidades que todos tenemos de ser portadores de una enfermedad letal, sino el último párrafo en el que explica que lo importante es tomar conciencia y ponerse manos a la obra, que la medicina hoy en día en muchos casos es cuestión grandes sumas, de inversión, porque los especialistas motivados y las posibilidades de cura ya están sobre la mesa de juego. Hace falta dinero.
Dakota nació
en 1999 y no fue diagnosticada de Tay-Sachs juvenil hasta septiembre de 2005.
Durante sus dos primeros años de vida fue una niña sana, normal. A los tres
años empezó a mostrar signos de algo que al principio parecía ser simplemente
un desarrollo más lento, algo a lo que los médicos restaban importancia. Poco a
poco fue agravándose, sus padres Julie y Ken empezaron un largo peregrinaje que
incluyó numerosas pruebas (todas con resultados normales) y distintos
hospitales y especialistas, hasta que un día llegó el inesperado diagnóstico.
Una historia que repaso y siento como propia, que de hecho he vivido en primera
persona.
Los
padres de Dakota se pusieron en marcha enseguida, buscaron centros, posibles
terapias, e incluso llegaron a hacerle un trasplante de sangre de cordón
umbilical que por entonces ofrecía algunas posibilidades promisorias. Poco
después crearon la Fundación Cure Tay-Sachs y se embarcaron en una lucha que
hoy sigue y que ha inspirado a todos los movimientos que se han creado para
luchar contra esta enfermedad. A todos porque ellos fueron los pioneros, la
primera familia que se abanderó de forma personal por la lucha contra Tay-Sachs y creó su
propia fundación. Ken es un experto en esta enfermedad, conoce a la mayoría de
los especialistas internacionales, a casi todas las familias que acuden todos
los años a la conferencia familiar de la NTSAD en Estados Unidos, y a tantas en
Europa. Su determinación es irrevocable. Cuando le conté que quería seguir sus
pasos fundando ACTAYS en España me escribió un “manual” de ánimo y consejos que
tengo impreso y guardo en mi agenda para leerlo cuando no sé como seguir. Al
hablarlo con las otras organizaciones europeas me refirieron a él como fuente
primaria de inspiración. Los médicos de Cambridge me han contado historias que
me suenan casi épicas sobre él. Cómo se echó a la espalda la tarea de recaudar
más y más en función de la evolución de las pruebas para la terapia génica en
Estados Unidos. Como se subía en su camioneta para irse durante días fuera de
casa a recaudar fondos por otros estados, solo o acompañado, pero siempre con
esa voluntad de hierro y a pleno pulmón. Cómo discute con los especialistas cuando han surgido
obstáculos en el camino sobre avanzar lo más rápido posible, no perder ni un
día. Cómo siente la responsabilidad sobre sus hombros de encontrar una cura. Un
tipo admirable y sin sombras.
Ayer me
llegó la triste noticia de que Dakota perdió su lucha contra esta enfermedad.
Tenía 14 años. Se despertó muy agitada y sin parar de convulsionar y tuvieron que trasladarla al hospital.
Su cuerpo no pudo más. Se supone que estoy acostumbrada a recibir noticias de
niños de nuestra comunidad que fallecen. Hay meses tranquilos, pero en las
últimas semanas nos dejaron tres pequeños. La noticia de Dakota me encontró desprevenida; acababan de asistir una semana antes a la conferencia familiar
que la NTSAD organizó en Atlanta y hacía tres días había estado mirando las
fotos que compartieron con todos. Dakota salía sonriente junto a sus padres,
casi de pie en una de las fotos.
Aunque me
imaginé el caos que deben estar viviendo en estos momentos no pude reprimir
escribirle un mensaje de apoyo a Ken. Como siempre su respuesta fue inmediata y
siguió con un breve intercambio de mensajes llenos de dolor sí, pero de una
coherencia y fuerza que me maravillan. Ahí sigue, fuerte como un roble,
mostrando su dolor profundo, contándome que va a tomarse dos semanas para estar
junto a su mujer y su hija mayor, que va a llorar un río de lágrimas por su
pequeña, pero que está más motivado que nunca a darle pelea a esta enfermedad y que en dos semanas volverá al campo de batalla. Que aunque haya perdido su
batalla personal aún tiene mucho que hacer. Que se imprimió una foto que le
mandé de Isabel esta mañana porque la vestí de rosa y amarillo, los colores
favoritos de Dakota, para ir al cole, en honor a su hija, y que se la guardó en
la cartera para tenerla a mano estos días y mirar su sonrisa y no olvidar que aunque
su hija ya no esté hay otros niños que aún pueden ganar esta guerra.
Hoy
asistí a una jornada que organizó la Unidad de Cuidados Paliativos en Madrid.
Era sobre la atención a los niños con enfermedades terminales, pero también
sobre la atención a sus familias. Fue la primera vez que encontré en España
físicamente esa atmósfera que he vivido virtualmente con las familias de la
NTSAD, con las familias europeas en la conferencia familiar de septiembre en
Austria, o con otras familias de Tay-Sachs españolas por teléfono y mensajes. Hoy no era específicamente sobre Tay-Sachs, pero las familias que
hemos acudido vivimos lo mismo. No importa la etiología médica de la enfermedad
de nuestros hijos. Estamos en manos de los mismos expertos y vivimos síntomas y
situaciones muy parecidas.
Pensé
mucho en Ken toda la tarde porque él me ha hablado de la importancia de las
relaciones con familias que viven algo similar. Me imaginé cómo serían las
conferencias de la NTSAD cuando hicimos una mesa redonda de familias que han
contado su día a día y su experiencia con la enfermedad de su hijo. Me imaginé
como se sintió Ken al recibir el diagnóstico de Dakota en boca de un neurólogo
que se lo comunicó con lágrimas rodando por sus mejillas cuando el director de
nuestra unidad se dirigió a nosotros con lágrimas en sus mejillas para
hablarnos de su trabajo, del cometido y aspiraciones de los médicos y enfermeras
que nos ayudan día y noche, sin horarios ni condiciones ni recompensas.
Hay algo
que una vez me escribió Ken, que hoy escuché de boca de uno de los padres que
asistieron a esta jornada. Nuestra vida es una vida difícil que queda marcada
de forma definitiva, ninguno de nosotros vuelve ser el que era, ni se recupera
definitivamente después de esta experiencia. Dicen que aprendemos a vivir con ella, a ver las cosas
de otra forma. Y después de esto, a pesar de lo difícil que es arrastrar este
dolor, a pesar de que todos preferiríamos tener una vida un poco más frívola
pero con un hijo sano, hay cosas que de las que te sientes agradecido y que
sabes que otros padres “normales” no podrán apreciar jamás. Que lo que te da un
hijo que atraviesa esta situación, no te lo dan siete hijos normales (así decía
un padre de siete hijos sanos y uno con una enfermedad fatal). Dice Ken que no
imagina la posibilidad de encontrar la fuerza que le ha dado Dakota en ninguna
otra persona o experiencia.
Aún soy
escéptica a muchas de estas afirmaciones. Tengo un sentido común aplastante.
Pero empiezo a entender. Empiezo a observar mi realidad y a procesar estas
otras realidades que esta pequeña comunidad de padres (y de niños) me está
enseñando. Sé que Dakota ha tenido una vida plena y que su padre va a dejar un
legado importante en este mundo. Porque ella lo determinó definitivamente.
Gracias
Dakota. Gracias Ken.
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Le hize un regalo a Isa https://www.youtube.com/watch?v=CBdddrRKilM
ResponderEliminarBarbara de los Santos
Gracias! El alma humana puede sorprender con un valor y una generosidad tan conmovedores....
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